Por Barb Arland-Fye
El Mensaje Católico
DAVENPORT – Antes de que comenzara la Liturgia de Ordenación, los siete candidatos a diácono, se unieron en oración a las fueras de la puerta de la Catedral del Sagrado Corazón, vestidos con albas, con la cabeza inclinada, la atención situada en el llamado que Dios les ha hecho.
Su camino de cinco años hasta la ordenación como diáconos permanentes el 9 de julio incluyó un tramo de formación virtual a causa de la pandemia que, paradójicamente, los acercó más en su preparación para servir a la Iglesia, el pueblo de Dios.
Después de la misa en la que el obispo Thomas Zinkula ordenó a los diáconos Ryan Burchett, Kent Ferris, Andrew Hardigan, Angel Hernandez, Gary Johnson, Michael Linnenbrink y Andrew Reif, cada uno describió su formación como un tiempo de crecimiento interno y externo. Llegaron a apreciar que el ministerio no se trata de ser elevado en la Iglesia sino de salir de la Iglesia para servir a las personas necesitadas.
En el Libro de los Hechos, “la comunidad escogió a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría para servir como diáconos. Hemos escogido siete hombres sabios, santos y respetables (muchachos) para servir como diáconos, no en Jerusalén sino en la Diócesis de Davenport. Su ordenación como diáconos permanentes es la culminación de vidas al servicio”, dijo el obispo Thomas Zinkula en su homilía durante la liturgia de ordenación.
Cada uno de los diáconos recién ordenados tiene una asignación diocesana además de una asignación parroquial. Llevarán a Cristo a la gente de la diócesis a través del ministerio hispano, el ministerio de cárceles, el ministerio de salud mental, la vida rural católica, el ministerio de valor/animación y la evangelización.
El diácono “pasa de la sacristía a lo secular, con su familia, en el lugar de trabajo y entre los miembros de su comunidad, especialmente los de las periferias”, dijo el obispo Zinkula. “El diácono trae consigo el don de la Eucaristía porque ama a los demás con el amor de Dios”.
Durante la imposición de manos y la oración de ordenación, los diáconos electos, uno por uno, se arrodillaron ante el obispo Zinkula. El puso sus manos sobre sus cabezas y oró por el don del Espíritu Santo, para fortalecer el don séptuplo de la gracia de Dios para los fieles que llevan a cabo su ministerio.
Las esposas de los nuevos diáconos presentaron la estola y la dalmática a los clérigos, que ayudaron a los nuevos diáconos a vestirse. Posteriormente, cada nuevo diácono recibió el Libro del Evangelio. El obispo oró: “Recibe el Evangelio de Cristo, de quien te has convertido en heraldo. Cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas”.
Los recién ordenados compartieron el signo de la paz con el obispo Zinkula y los otros 34 diáconos permanentes que estaban presentes en la liturgia. El ritual simbolizaba su parte como una orden en la Iglesia. El diácono Hernández dijo que estaba conteniendo sus emociones hasta ese momento de la liturgia. Fue entonces cuando supo que realmente pertenecía al diaconado. Él y los otros nuevos diáconos guardaron sus mayores abrazos para el diácono Frank Agnoli, el director diocesano de formación de diáconos. Un exuberante Diácono Hardigan levantó al Diácono Frank Agnoli, para deleite de la reunión.
María Hernández se pasó un pañuelo por los ojos durante la Liturgia de Ordenación al Diaconado. Su esposo, Ángel Hernández, fue uno de los siete hombres ordenados como diáconos permanentes el 9 de julio en la Catedral del Sagrado Corazón en Davenport.
oso ver como todos ellos han dedicado su tiempo a hacer todo lo posible para servir al Señor. “Desde el primer día hasta los cinco años, el vínculo que han creado entre ellos es excelente. Se hacen llamar hermanos. Es tan real. Yo puedo ver cómo el Espíritu Santo los ha guiado. Hemos crecido individualmente y hemos crecido juntos”.