Por Miguel Moreno
El Mensajero Católico
Hace un tiempo atrás, visité la ciudad de Sucre, Bolivia, donde aún se conservan algunas huellas de diferentes dinosaurios de hace más de 66 millones de años (¡Vaya a saber cómo los científicos llegaron a estos números!). Se dice que estos animales caminaron en lo que era un lago y dejaron allí sus huellas, como afirmando involuntariamente o imaginándonos que podrían haber dicho: “Aquí estuvimos.”
Realmente han pasado muchísimos años de estos eventos, sin embargo, aún tenemos el testimonio de sus huellas, que dicen, por aquí pasamos.
Nosotros, que tenemos la capacidad de pasar haciendo, pasar marcando, pasar dejando una huella para aquellos que con los años llegan; una huella para las presentes y futuras generaciones, ¿estamos viviendo de tal manera, que alguien se detenga a repensar nuestros pasos, es decir, nuestra vida? ¿Sus huellas desaparecerán o tienen futuro?
“¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sion: «Ya reina tu Dios!»” Isaías 52, 7
El Evangelio, la Buena Nueva, nos ayuda a dejar huellas de eternidad.