Dear Brothers and Sisters in Christ,
As the Evangelist John reminds us, God is Love. A love so profound that God desires to be in relationship with us — so much so that God became one of us. Or, as the early theologians of the Church put it: God became like us, so we might become like God.
God came to us as an infant, born under Roman occupation, born to a betrothed-but-not-yet-married couple, born a Jew. God did not come to us in some generic manner, but as a particular person in a particular place and in a particular time. An individual, with a history and a member of a people. As God still does today.
It is this scandalous particularity that often causes us to stumble. We might be comfortable with a God “out there” — objective, distant; a God we can create in our own image. How much more challenging it is to come face-to-face with a God who is not like us at all!
As we continue on the synodal journey together, it is in that particularity that we are called to meet Immanuel, God-with-us. It is to those particular, and often messy, stories that we are called to listen to with the ears of our hearts. We are called to accompany one another — not “people” in general, but specific persons, each with their own story. It is in these encounters that we are reminded that Christmas didn’t just happen 2,000 years ago; Christmas is today. As we pray at Christmas Vespers:
Christ the Lord is born today;
today, the Savior has appeared.
Earth echoes songs of angel choirs,
archangels’ joyful praise.
Today on earth his friends exult:
Glory to God in the highest, alleluia.
May we come face-to-face with — encounter — the hidden and surprising Christ this Christmas and in this coming year. And may we never be the same because of it!
Sincerely in Christ,
Most Rev. Thomas R. Zinkula
Bishop of Davenport
Un encuentro con Cristo en este tiempo
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Como nos recuerda el evangelista Juan, Dios es amor. Un amor tan profundo que deseando tener una mayor relación con nosotros, Dios se convirtió en uno de nosotros. O, como lo expresaron los primeros teólogos de la Iglesia: Dios se hizo como nosotros, para que nosotros pudiéramos llegar a ser como Dios.
Dios vino a nosotros como un bebé, nacido en un tiempo de ocupación romana, nacido de una pareja comprometida; pero aún no casada; nacido en el pueblo judío. Dios no vino a nosotros de una manera genérica, sino como una persona en particular en un lugar y tiempo en particular. Un individuo, con historia y miembro de un pueblo. Tal como Dios lo sigue haciendo hoy.
Es esta escandalosa particularidad la que a menudo nos hace tropezar. Podríamos sentirnos cómodos con un Dios “en el aire”, distante; un Dios que nosotros podemos crear a nuestra propia imagen. ¡Cuánto más desafiante es encontrarse cara a cara con un Dios que no tenga nada en absoluto con nosotros!
A medida que continuamos juntos en el viaje sinodal, es en esa particularidad que estamos llamados a encontrarnos con Emanuel, Dios con nosotros. Son esas historias particulares y, a menudo confusas, las que estamos llamados a escuchar con los oídos de nuestro corazón. Estamos llamados a acompañarnos unos a otros, no a “personas” en general, sino a personas específicas, cada una con su propia historia. Es en estos encuentros que se nos recuerda que la Navidad no sucedió hace 2000 años: Navidad es hoy. Tal como nosotros rezamos en las vísperas de Navidad:
Hoy ha nacido Jesucristo;
hoy ha aparecido el Salvador.
Hoy en la tierra cantan los ángeles,
se alegran los arcángeles.
Hoy saltan de gozo los justos, diciendo:
“Gloria a Dios en el cielo.” Aleluya.
Que podamos encontrarnos cara a cara con el Cristo oculto y sorprendente en esta Navidad y en el año que viene. ¡Y que, por eso, nunca volvamos a ser los mismos!
Sinceramente en Cristo,
Mons. Thomas R. Zinkula
Obispo de Davenport