Por Ana Maria Shambaugh
El Mensajero Católico
Hay momentos de preparación en la vida, tiempo en el cual necesitamos buscar un despertar, preguntándonos: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi fin? Es aquel momento en que buscamos nuestra causa, un momento de necesidad espiritual; es ese mágico tiempo donde miramos la vida cara a cara con Dios.
Uno de mis poemas favoritos y que aun en estos días toca profundamente mi corazón es “Huellas en la arena” de autor desconocido. En ese poema se describe y detalla sutilmente su encuentro con Jesús, ese encuentro consigo mismo y, por ende, donde descubre que Jesús siempre estuvo con él en todo momento de su vida.
Una parte del poema dice:
“¡Señor, tú no has prometido que en mis horas de aflicción siempre andarías conmigo…? Pero noto con tristeza, que en medio de mis quere-llas, cuando más siento el sufrir, veo sólo un par de huellas. ¿Dónde están las otras dos que indican tu compañía cuando la tormenta azota sin piedad la vida mía?
¿En cuántas ocasiones nos sentimos solos, perturbados, pesimistas sin paz interior?
Soledad y silencio
Para oír la voz de Dios necesitamos un ambiente apropiado. SILENCIO.
Ambiente de recogimiento, un ambiente que nos facilite el diálogo personal con El, un ambiente en que podamos abrir nuestros corazones y de esta manera profundizar, llegar a nuestras raíces, descubriendo que somos hijos de Dios y que él nunca nos abandona.
El poema continúa diciendo:
Y, Jesús me contestó: con ternura y comprensión;…. es que en tu hora afligida, cuando flaquean tus pasos, no hay huellas de tus pisadas porque te llevo en Mis brazos”.
La Santa Misa, Oración, Exposición al Santísimo
Parte fundamental de un encuentro espiritual es la Santa Misa donde tenemos la oportunidad de vivir esa aventura íntima con el Señor, donde lo tocamos al recibirlo en nuestros corazones.
Durante un retiro espiritual, dedicar un tiempo a Jesús frente al Santísimo Sacramento nos ayuda a tomar el timón de nuestra vida, siendo guiados por el amor de nuestro Padre Celestial.
San Agustín decía: “Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y co-rregir su propia vida.”
Busquemos la posibilidad de realizar un momento de retiro con Jesús, mostrándole muchos aspectos de nuestras vidas y pidiéndole su gracia de amor y acompañamiento en todas las acciones. Mejorando lo que haya que mejorar, cambiando lo que sea necesario cambiar, dejándonos guiar no por lo que queramos sino por lo que él nos ha preparado, porque ese es el significado de la entrega y será en ese preciso momento en que nos sentiremos en los brazos del Jesús.
(Ana Maria Shambaugh es asistente del Ministerio Multicultural de la Diócesis de Davenport.)