Por Hermana Veronica
La Eucaristía, también conocida como la Santa Misa o la Cena del Señor, es un acto de culto en el cual los cristianos conmemoran la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Durante esta cena, Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía al tomar el pan y el vino, bendecirlos y ofrecerlos a sus discípulos como su Cuerpo y Sangre.
“Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo”. “Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”. “Hagan esto en conmemoración mía”. Así, la Eucaristía se convierte en un vínculo sacramental con la vida, muerte y resurrección de Cristo.
En la celebración de la Pascua, la Eucaristía adquiere un significado aún más profundo. Al recordar la resurrección de Cristo, los cristianos celebran su victoria sobre el pecado y la muerte, y renuevan su compromiso con Él como su Señor y Salvador. La Eucaristía nos permite participar en el misterio pascual de Cristo, uniéndonos a él en su sacrificio redentor y compartiendo en su vida divina.
Además, la Eucaristía nos invita a la comunión con Dios y con los demás creyentes. En la mesa eucarística, nos encontramos con Cristo de una manera única y especial, recibiendo su cuerpo y sangre como alimento espiritual para nuestras almas. A través de este acto de comunión, nos unimos más estrechamente como comunidad de fe.
La celebración de la Pascua nos recuerda que la Eucaristía es un don precioso y sagrado, que nos ofrece la gracia y la salvación de Dios. Al participar en la Eucaristía, renovamos nuestra fe y nuestro compromiso con Cristo, fortaleciendo nuestra relación con Él y con los demás creyentes. En este tiempo de Pascua, que podamos acercarnos a la mesa del Señor con humildad y gratitud, recibiendo su cuerpo y sangre con corazones llenos de alegría y esperanza.
Como bautizados católicos debemos conocer el verdadero significado de la Eucaristía y participar vivamente con todo nuestro ser en las celebraciones eucarísticas, dejándonos transformar junto al pan y el vino, siendo hostias vivas para los demás, verdaderos discípulos de Cristo, probados en la fe y que surja el deseo palpitante de la comunión sacramental con Él.
Que la experiencia de encuentro con Jesús en la Eucaristía nos lleve a contagiar a los demás y a transmitirles nuestra devoción con alegría. Pidamos discernimiento al Espíritu Santo para celebrar en comunión y esperanza, lo que proclamamos después de la Consagración: “Este es el sacramento de nuestra fe”.
Que la festividad de la Pascua y la celebración de la Eucaristía nos lleven a una renovación espiritual profunda y a un compromiso renovado con el evangelio de Cristo.
¡Felices Pascuas de Resurrección hermanos! ¡Cristo vive y nos quiere vivos!
Hermana Verónica Argumedo
Misionera Cruzada de la Iglesia
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