Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Al iniciar nuestra tercera Cuaresma en tiempos de pandemia, muchos de nosotros estamos realmente cansados, exhaustos. La amenaza constante de la pandemia, los trabajadores de la salud que están sobrecargados y las interrupciones en la vida parroquial, familiar, el trabajo y la escuela han pasado factura. Y, encima de todo esto, vemos como se profundiza la hostilidad partidaria y las divisiones políticas en nuestro país, así como en la Iglesia. Es tentador mirar alrededor, rodear las situaciones y preocuparnos únicamente en nosotros mismos.
Pero, en esta oscuridad, nuestro Santo Padre nos brinda palabras de aliento, recordándonos la advertencia de San Pablo: “Así, pues, hagamos el bien sin desanimarnos, que a su debido tiempo cosecharemos si somos constantes. Por consiguiente, mientras tengamos oportunidad (kairos), hagamos el bien a todos” (Gálatas 6, 9-10)
La palabra griega, kairos, significa un momento oportuno, el momento adecuado. El tiempo de Dios. La Cuaresma es un momento de kairos, ahora que nos preparamos para viajar a las aguas de la Pascua, por primera vez para nuestros catecúmenos; para el resto de nosotros, momento renovar nuestras promesas bautismales. Allí, todos nosotros caminamos juntos, apoyándonos unos a otros a través de nuestras obras de oración, ayuno y limosna en este tiempo de Cuaresma. ¡No estamos solos!
Esta es la lección que nos ha enseñado la pandemia. Siendo Iglesia sinodal, este es el camino que se nos llama a seguir. Viajamos juntos por esta vida.
Por nuestra oración, renovamos nuestra relación con Dios. Se nos recuerda que no nos salvamos solos, sino que somos parte de una red de relaciones.
Por nuestro ayuno, renovamos nuestra relación con la Creación. Se nos recuerda, que también somos criaturas, que dependemos de los dones de Dios, y que con demasiada frecuencia hemos
convertido las posesiones en dioses. El ayuno nos mueve a vivir en gratitud, en lugar de un afán interminable por más.
Por nuestra limosna, renovamos nuestras relaciones unos con otros. A través de obras de caridad y justicia,
ayudamos a reparar heridas individuales y sociales. Construimos puentes.
No se trata de revisar una lista de tareas, sino que estas son prácticas de Cuaresma, son nuestro camino hacia la renovación. Brindan fortaleza en medio del agotamiento, esperanza en medio de la desesperación, sanación en medio del quebrantamiento. Estas prácticas de Cuaresma nos conectan más profundamente entre nosotros, con toda la Creación y con Aquel que nos hizo, nos convocó y nos salvó.
Sí, este es el momento oportuno: ¡Qué “hagamos el bien a todos!” Por nuestra oración, ayuno y limosna, por nuestra celebración de los Sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación, que Dios sane nuestras heridas individuales y comunitarias. Como dijo el Papa Francisco: “El suelo se prepara con el ayuno, se riega con la oración y se enriquece con la caridad”.
¡Que nosotros, por la gracia de Dios, preparemos bien el suelo, y que seamos bendecidos con una fructífera cosecha de Pascua!
Sinceramente en Cristo,
Rev. Mons. Thomas R. Zinkula
Obispo de Davenport