Por Ana Maria Shambaugh
El Mensajero Católico
Desde tiempos inmemoriales la Santa Madre Iglesia nos alienta al ayuno y a la abstin-encia como prácticas penitenciales. Con el ayuno, sentimos un hambre y sed más profundos de Dios. Sorprendentemente, ayunando nos damos un banquete, el cual está lleno de valores espirituales que nos llevan al servicio y la caridad; sin embargo, el ayuno también nos invita a imponernos alguna penitencia personal.
• Ayuno de juzgar a otros, llénate de Cristo que vive en ellos
• Ayuno de soltar palabras hirientes, llénate de frases que purifican
• Ayuno de descontento, llénate de gratitud
• Ayuno de enojos, llénate de paciencia
• Ayuno de pesimismo, llénate de positivismo
• Ayuno de quejarte, llénate de apreciar lo que te rodea
• Ayuno de presiones que no cesan, llénate de oraciones
• Ayuno de amarguras, llénate de perdón
• Ayuno de egoísmo, llénate de comprensión a los demás
• Ayuno de desaliento, llénate de esperanza eterna en Jesús
• Ayuno de todo lo que te separa de Dios, llénate de AMOR.
“Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”
– San Francisco de Asís.
(Ana Maria Shambaugh es asistente administrativo del Ministerio Multicultural de la Diócesis de Davenport.)