Por Ana Maria Shambaugh
El Mensajero Católico
El sacerdote de mi parroquia predicó sobre lo que deberíamos siempre tener en cuenta para fortalecer nuestro espíritu: La disciplina. Inmediatamente vino a mi mente el cuento del viejo ermitaño (cuento de autor desconocido), una de esas personas que por amor a Dios se retiran a la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para dedicarse a la oración y a la penitencia, él se quejaba a menudo de que tenía demasiado trabajo. Un día una de las personas que le visitó, le preguntó:
• ¿Cómo es posible que tenga tanto trabajo si está solo en medio de la nada?
El ermitaño contestó:
• Tengo que adiestrar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y domar a un león y a un tigre.
El visitante miró alrededor esperando ver algunos animales, pero no vio a ninguno.
• ¿Y dónde están todos estos animales? Preguntó.
Entonces el ermitaño le dio una explicación que enseguida comprendió:
• Estos animales, están en nosotros:
• Los dos halcones, que son mis ojos, se lanzan sobre toda presa, sea buena o mala.
• Las dos águilas, que con sus garras hieren y destrozan, son mis manos y tengo que entrenarlas para que se dediquen a servir a los demás y para que ayuden sin herir.
• Los conejos, que son mis pies, siempre quieren ir a donde les plazca y esquivar las cosas difíciles y tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya sufrimientos o problemas.
• Aunque es más difícil vigilar a la serpiente, que es mi lengua, porque aunque se encuentra encerrada en una jaula de treinta y dos barrotes, apenas se abre la puerta, siempre está lista para morder y envenenar a todos. Si no la vigilo puede hacer mucho daño.
• El burro es muy obstinado, nunca quiere cumplir con su deber. Es mi cuerpo que siempre está cansado y al que le cuesta muchísimo asumir y llevar las cargas de cada día.
• Necesito domar al león que llevo dentro y que es mi corazón. Él quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es muy vanidoso y orgulloso.
• Aunque al que más miedo le tengo es al tigre; es mi carácter. A poco que me descuide ya está atacando a alguien.
¿Te das ahora cuenta del gran trabajo que tengo?
Cuan frágiles somos a las tentaciones del mundo que aunque nos fijemos metas sencillas éstas en ocasiones se vuelven tan difíciles de cumplir. La disciplina es la capacidad que nos ayuda a poder perseverar en nuestro camino a la santidad. Al igual que el ermitaño, tratemos de domar nuestras fieras, para eso necesitamos dejar morir algo de nosotros por el renacer en una forma más pura.
Pidamos a Dios, para que durante esta experiencia llamada vida, nos entreguemos a Jesús en oración, ayuno y caridad. Aprendamos a amar como Cristo lo hizo, entregándonos a los demás más dignos, más puros.
Y usted, ¿cómo doma a sus fieras?