Dear Brothers and Sisters in Christ,
Three years ago, as we also began a new liturgical year centered on Luke, I wrote my Christmas letter to you in the aftermath of the shooting at Sandy Hook Elementary School. This year, I write in the wake of terrorist attacks in Paris and San Bernardino. My words then are eerily appropriate today:
In the midst of such a tragedy, to hear “Rejoice in the Lord always. Again, I shall say it again: rejoice!” in the readings this Sunday was jarring, almost too much. It is clear to see that there are times when the darkness can seem to be almost too much, and this is one of those times.
It seems that not much has changed; or, worse: we are becoming numb to such atrocities. We cannot allow such events to harden our hearts, to crush our hopes, to keep us from loving. It is tempting to do so; to circle the wagons, to exclude the other, to respond with anger and hate and even more violence.
How much, then, we need this coming Year of Mercy. How much we need to receive God’s mercy. As Pope Francis has written:
In the parables devoted to mercy, Jesus reveals the nature of God as that of a Father who never gives up until he has forgiven the wrong and overcome rejection with compassion and mercy. We know these parables well, three in particular: the lost sheep, the lost coin, and the father with two sons (cf. Lk 15:1-32). In these parables, God is always presented as full of joy, especially when he pardons. In them we find the core of the Gospel and of our faith, because mercy is presented as a force that overcomes everything, filling the heart with love and bringing consolation through pardon. (Misericordiae Vultus, 9)
Healed and pardoned, we are sent. The Year of Mercy also summons us to be agents of God’s mercy to others, and even to all of creation around us. In Matthew’s Gospel, Jesus tells his followers that we are to offer unlimited forgiveness (Matt 18:22). In the parable of the ruthless servant which follows (Mt 18:23-35),
Jesus affirms that mercy is not only an action of the Father, it becomes a criterion for ascertaining who his true children are. In short, we are called to show mercy because mercy has first been shown to us. Pardoning offences becomes the clearest expression of merciful love, and for us Christians it is an imperative from which we cannot excuse ourselves. At times how hard it seems to forgive! And yet pardon is the instrument placed into our fragile hands to attain serenity of heart. To let go of anger, wrath, violence, and revenge are necessary conditions to living joyfully. (Misericordiae Vultus, 9)
A little over two millennia ago, the Father’s mercy was given a human face. He taught us, as he traveled the road from crèche to cross, that true joy is found only in showing mercy. May you experience joy and mercy, especially during this Christmas season.
Recibe la misericordia de Dios en este año jubilar
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Tres años atrás, cuando también empezábamos el nuevo calendario litúrgico centrado en Lucas, les escribí mi carta de Navidad en las circunstancias del tiroteo en la escuela primaria de Sandy Hook (Newtown, Connecticut). Este año, les escribo a raíz de los ataques terroristas en París, Francia y en San Bernardino, California. Mis palabras de entonces son apropiadas también hoy:
En el medio de tal tragedia, escuchar “Regocijarse siempre en el Señor”. Una vez más, lo diré nuevamente: ¡Regocíjense! en las lecturas de este Domingo son bastante discordantes. Está claro, que hay tiempos cuando la obscuridad puede parecer casi absoluta y esta es una de aquellas veces.
Parece que no ha cambiado mucho; o, peor aún: nos estamos volviendo insensible a tales atrocidades. No podemos permitir que este tipo de eventos endurezcan nuestros corazones, que aplasten nuestras esperanzas, que nos impidan amar. Es tentador hacerlo; cerrar las filas, para excluir a otros, respondiendo con ira, odio y más violencia.
¿Cuánto necesitamos, entonces, este Año de la Misericordia? ¿Cuánto necesitamos recibir la Misericordia de Dios? Tal como el Papa Francisco ha escrito:
En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (Lucas 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón. (Misericordia Vultus, 9).
Curados y perdonados, somos enviados. El Año de la Misericordia también nos convoca a ser agentes de la Misericordia de Dios a otros e incluso a toda la creación alrededor de nosotros. En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a sus seguidores que nosotros estamos para ofrecer un perdón ilimitado (Mateo 18, 23-25). En la parábola del servidor despiadado dice (Mateo 18, 23-35):
Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices. (Misericordia Vultus, 9).
Un poco más de dos mil años atrás, el Padre de la Misericordia tuvo rostro humano. Nos enseñó, mientras cruzaba los caminos del pesebre a la cruz, que la verdadera alegría solo se encuentra en mostrar misericordia. Que puedas experimentar la alegría y misericordia, especialmente durante este tiempo de Navidad.
Sincerely in Christ/Sinceramente en Cristo,
Most Rev. Martin Amos/Rev. Mons. Martin Amos
Bishop of Davenport/Obispo de Davenport