Por: Padre Rudolph Juarez
El Mensajero Católico
Los comentarios recientes del señor Donald Trump ha puesto de nuevo en las noticias, la situación del inmigrante aquí en Estados Unidos tanto como en todo el mundo. Empresas nacionales e internacionales se han desprendido de su asociación con él por sus comenta-rios.
Dijo el señor Trump, que México manda lo peor a los Estados Unidos: violadores, narcos, homicidas y gente con problemas. ¡Qué horrible y lamentable que el señor Trump no conozca la realidad del inmigrante en éste país — mucho menos del inmigrante mexicano!
Quisiera que el señor Trump conociera a mí compadre, que desde los quince años llegó por el cerro para lograr un futuro mejor. Pasando hambre, el frío y la calor del desierto. Ahora mi compadre, pobremente tiene su casa y “carcancha”, que lo lleva al trabajo todos los días. Se gana su pan con el sudor de su frente. Y lo hace, porque mi compadre no es de aquellos que están en “la ayuda”.
Quisiera que el señor Trump conociera a mi amigo “Ramón” — que junto con su esposa e hijos huyó de la pobreza y de la miseria para darle mejor vida a su fami-lia. Cruzando ríos, viajando en trenes, caminando con los pies hinchados — pasó la frontera y ahora se encuentra aquí en Iowa con su familia — gozando de — aunque sea unos frijolitos y uno que otro tamalito por allí – contento de ver a su hija mayor, asistir a la universidad.
Quisiera que el señor Trump conociera a mi comadre, que vive en el “parquiadero” con su esposo y tres hijos y una sobrina. Ella es muy católica, y casi no falta a Misa los domingos (a menos cuando le caen visitas o el compadre se pone de mecánico). Siempre trae a sus hijos bien bañados, bien vestidos y bien portados. Mi comadre sabe que la pobreza no impide la limpieza. ¡Qué rico cocina mi comadre cuando se trata de un bautismo o una Primera Comunión! El que no ha compartido de su mesa, no sabe lo que se pierde.
Cuánto quisiera que el señor Trump tuviera la misma oportunidad que tengo yo, de conocer y compartir con los padres de mi parroquia, cuando llegan a cenar cansados después de las fatigas del día. Y cuánto quisiera que el señor Trump tuviera la oportunidad de ver los ojos de los niños y niñas brillando con esperanza y alegría, porque están seguros en sus casas y porque tienen espe-ranzas de un futuro mejor.
No creo que el Señor Trump quiera venir a mi parroquia — seguro un empresario con billones de dólares a su disposición anda ocupado en otras cosas. Pero si se diera la vuelta por acá en éste rinconcito del mundo, se daría cuenta que la mayoría de inmigrantes, que yo conozco se dedican a su trabajo, a su familia y a vivir con un sano temor a Dios.
Si éste debate entre el señor Trump y los inmigrantes fuera un partido de fútbol — en cuanto a la caridad, la integridad y el temor a Dios — creo que los inmigrantes van ganando 3 y el señor Trump 0.
(El Padre Juarez es pastor de la Parroquia de San Patricio y vicario para los hispanos en la Diócesìs de Davenport.)