Por Miguel Moreno
Para El Mensajero Católico
Cada quien a su manera ha despedido el año 2014 y ha dado la bienvenida al 2015. Despedir y recibir es la doble cara de la celebración de estos días. Algunos todavía pueden guardar en la memoria, la forma en que recibieron al 2014 y, recordar también, que en medio de toda esa algarabía, hicieron unos compromisos persona-les, conocidas como las ‘resoluciones’ o decisiones para los siguientes 365 días. Hoy pueden volver sobre aquellas decisiones que se hicieron y descubrir cuántas de ellas se han podido realizar, cuántas otras solo fueron pensadas. Hacer una evaluación de esa naturaleza, es ponerse a sí mismo como juez y parte de sus propias decisiones y acciones. Una evaluación así significa ponerse delante de un espejo y preguntarse el porqué hice lo que hice; por qué no terminé lo que había iniciado y por qué no hice lo que voluntaria y libremente me había obligado a hacer. Uno se convierte en juez y parte de su destino.
¿Serás benigno, misericordioso contigo mismo? ¿Serás implacable, fiero en tu propia sentencia? Allí, en la respuesta a esta doble pregunta, encontrarás un poco de ti mismo.
Las personas que al enfrentarse consigo mismos no logran una explicación de lo que han hecho o han dejado de hacer, corren el peligro de caer en la indiferencia de sus actos y bien sabemos todos que la indiferencia es el otro nombre de la mediocridad.
Por otro lado, les decía, que la llegada del 2015, también nos da la oportunidad de renovar nuestro compromiso de ser mejores. Es decir, una vez más, tomamos nuestro papel y lápiz para anotar las cosas que debemos mejorar en los próximos 365 días.
En este compromiso, permíteme graficar las aéreas en las que todos podríamos esforzarnos para lograr ser mejores personas y, a la vez, mejorar el mundo que nos envuelve. Un área fundamental en la que deberíamos poner nuestro empeño es en la parte humana, descubrir quienes realmente somos. ¿Somos personas de compromiso? ¿Somos personas de confianza? ¿Somos personas prudentes?
¿Serviciales? ¿Generosas? ¿Sociales? ¿Cooperativas? ¿Quiénes somos? Si las respuestas a estas preguntas son negativas, entonces, el buen conocer nos debe llevar al buen obrar. Es decir, llegamos a saber que nos somos los que deberíamos ser, entonces, debemos empezar a practicar ciertas virtudes que nos lleven a ser lo que nos falta. Esto es hacer un compromiso con uno mismo.
Otra área de evaluación personal sería, la dimensión espiritual. ¿Qué puedo hacer para fortalecer mi vida de fe? ¿Participaré siempre en las misas dominicales? ¿Asistiré a alguna clase de Biblia o alguna actividad que me haga crecer en la fe y en el compromiso con Dios? ¿Me esforzaré en leer un libro espiritual como la vida de un santo o, tal vez, ver la vida de un santo? ¿Participaré de algún retiro espiritual? ¿Incentivaré, promoveré la vida de oración en mi casa con mis hijos, hermanos, parientes y amistades? Todo esto significa, hacer un compromiso con Dios.
Hay otra área que también tiene su importancia, que es la comunitaria. Es decir, ¿qué haré para que mi comunidad sea mejor cada vez más? Algunos dirán que eso corresponde a las autoridades civiles y militares; pero estamos equivocados. Nosotros somos parte de esta comunidad. Lo bueno o lo malo que ocurra es, también, parte de nuestra negligencia o de nuestro actuar. Usted y yo somos testigos a diario de personas que siempre están pidiendo cambios y mejoras entorno, pero que jamás hacen algo para que las cosas cambien. Quieren cambios, pero no quieren participar en los mismos. Es muy importante hacer un compromiso con y para la comunidad.
Comprometerse consigo mismo, con Dios y con los demás, deben ser parte de nuestras resoluciones en este año que iniciamos. ¡Qué Dios nos llene de bendiciones siempre y para siempre!
(Miguel Moreno es coordinador del ministerio multicultural de la Diócesis de Davenport.)