Por Barb Arland-Fye
DAVENPORT – La Diócesis de Davenport les dio la bienvenida a 14 nuevos diáconos que fueron ordenados al ministerio en una celebración jubilosa en Sacred Heart Cathedral el 13 de julio, la primera en más de una década. Entre los 14, fueron 12 hombres casados, que servirán como diáconos permanentemente y dos hombres que son seminaristas esperando ser ordenados para ser sacerdotes el próximo año. Los 12 miembros de la Clase de Diacono VI son los primeros diáconos en ser ordenados desde 2002.
El Obispo Martin Amos ordenó a los 14 hombres marcando un hito en su ministerio de 6-1/2 años como el octavo obispo de la Diócesis de Davenport. “Yo he podido seguirlos por el tiempo completo de su formación. Al pasar los años, se hizo más personal para mí; han tomado nombres y personalidades – ellos están bien formados e informados.”
Porque los seminaristas son ordenados como diáconos antes de ser ordenados sacerdotes, Kevin Anstey y Bob Cloos entraron al diaconado con diáconos permanentes que son Mark Comer, Derick Cranston, Robert Glaser, Mitchell Holte, Daniel Huber Edwin Kamerick, David Krob, Dennis McDonald, John Osborne, David Sallen, Rober Shaw y John Wagner.
En su homilía, el Obispo Amos se refirió a los diáconos como iconos de Jesús. “En el bautismo, Dios ha escrito un icono de Jesús en cada uno de nosotros. Y como Dios es infinito, los iconos son de variedad infinita. Ahora, para los 14 de ustedes, y para la Iglesia, Dios continua el proceso de escribir iconos. El sacramento de Orden los marca con un sello, un carácter que no se puede remover y que los configura a Cristo, que se hizo ‘diácono’ o servidor de todos.”
Él dijo que “todas las cosas que harán como diácono se pueden hacer por otra persona: predicar, bautizar, casar, dar instrucciones, trabajar con los pobres. Pero, tu eres el diácono de Jesús el servidor.”
Uno por uno, los candidatos de diácono, se hincaron ante el Obispo Amos para hacer la promesa electa, asegurando el servicio de fe y obediencia como ministros ordenados de la Iglesia Católica. Cada uno vio al Obispo Amos en el ojo, mientras él tomó las manos de ellos en las de él, y respondieron, “Sí.” Él respondió, “Que Dios, que ha empezado hacer buen trabajo en ti, te lleve hacia cumplimiento.”
Este era un momento poderoso para varios diáconos, ellos dijeron.
Después de la Letanía de Suplica, el Obispo Amos puso sus manos arriba de la cabeza de cada hombre y rezo para los dones del Espíritu Santo para fortalecerlos a realizar su ministerio.
Luego los hombres se formaron frente al santuario en preparación para ser revestidos. Los parientes de los hombres presentaron las vestimentas a los clérigos quienes asistieron a los nuevos diáconos.
Después de ser revestidos, cada nuevo diácono fue entregado el libro de Evangelios. El obispo dijo: “Reciban el Evangelio de Cristo, ya que son el heraldo de él. Crean lo que lean, enseñen lo que crean, y practiquen lo que enseñen.”
Anteriormente diáconos ordenados se acercaban hacia sus nuevos hermanos en el ministerio ordenado para compartir la paz.
Durante la Liturgia de la Eucaristía, los nuevos Diáconos Dennis McDonald y John Osborne asumieron la función de diácono de la Misa de Diáconos David Montgomery y Jeff Schuetzle. Como una flor en capullo, fue una transición fácil.
“De los Hechos de los Apóstoles, parece que los siete diáconos se encargaron de la mesa – satisfaciendo las necesidades de los pobres, especialmente las viudas y los huérfanos. Luego se movió hacia la mesa del alatar y se hicieron servidores. Y luego a la mesa de la palabra – predicando y enseñando,” dijo el obispo.
Sirviendo en el altar, “fue muy humillante,” dijo Diácono McDonald.
El Diácono Anstey dijo que realizó el impacto total de su ordenación a los finales de la Misa cuando el Diácono Frank Agnoli, director de la Formación de Diácono, compartió su aprecio para todos los que tuvieron un papel en la celebración y el camino hacia el festejo. “Cuando el Diácono Frank dijo, “Diácono Kevin,’ mi corazón se enloqueció – al escuchar eso por primera vez,” dijo el seminarista.
“Todo desde el principio hasta el final, fue increíble,” dijo el Diácono Cloos. “Luché contra no llorar. Me sentí que hice bien. No me puedo imaginar hacer otra cosa.”