Los elotes, los tacos, la alegría y la cuaresma

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Fr. Juarez

Mis feligreses y mi familia saben que me gusta viajar a México, especialmente en febrero para escaparme del frío de Iowa. Me encantan los 21° y el sol. Ahora en esta segunda semana de Cuaresma, no está demasiado frío al acercarnos a abril y el clima de la primavera, pero sigue conmigo el recuerdo de México.

Este último viaje estaba en la ciudad colonial de Querétaro famoso por sus plazas en su centro histórico. Una tarde fue a unas de estas plazas enfrente de la iglesia nacional de los Padres Misioneros Guadalupanos y pedí un elote con mayonesa, queso y chile con una orden de tacos de asada.

Que deleite, cuando de la iglesia salieron más de cien jóvenes que empezaron a cantar himnos y bailar en pequeños grupos en la plaza. Me quedé bien impresionado por la energía de estos jóvenes quienes mostraban al mundo que la fe y la alegría es algo transformador. Mi reacción inmediata era: “Alguien está haciendo una labor pastoral magnifica”.

La comida y la alegría es una maravillosa combinación como me lo recordaron mis amigas religiosas durante el resto de mi viaje a Pátzcuaro, Michoacán. En cada comida me decían: “Sírvase más Padre por allí viene la Cuaresma”. Pues, ya está aquí la Cuaresma y me encuentro auto-cuestionando mi relación a la comida, la cantidad que consumo y lo que significa para mí el ayuno. Creo que es un balance entre la alimentación para el cuerpo y la alimentación del alma — un mixto de la comida y la alegría — en total algo que debe de ser transformador.

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En el evangelio de san Lucas, se nos relata algo muy transformador — el hecho de que Jesús sube hacia el monte para orar y revelar su gloria a sus discípulos como promesa de la futura gloria que le espera después de su crucifixión y muerte – la misma gloria de la cual gozarán todos los fieles al terminar su jornada terrenal.

Bien que habla san Pablo del poder transformador de la fe cuando le dice a los filipenses: “Él transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas”. Para mi esto implica que al luchar para conseguir el cielo, al cargar con nuestras almas dentro de este cuerpo terrenal, siempre estamos necesitados de alimento para cuerpo y alimento para nuestra alma — porque a veces es un desafío la jornada.

Con razón dice san Pablo: “…manténganse fieles al Señor”. El mantenerme fíel es parte de mi plan para la Cuaresma. Y al practicar los tres pilares de la Cuaresma que son la oración, el ayuno y la limosna, confío que la moderación, una alimentación sana, la gratitud, y la corresponsabilidad en mi vida espiritual, física, moral y emocional me llevará más cerca de Cristo.

Ah, casi se me olvida decirles que esa tarde en Querétaro, junto con el elote y los tacos — me tomé una  Modelo helada. No era parte del plan, pero creo que haya sido por haberme llevado por la alegría del momento. Pero cualquier plan que ponga en marcha esta Cuaresma, tiene que ser una combinación de comida y alegría. Tiene que acercarme más a Cristo, y como los jóvenes que estaban bailando y cantando en Querétaro — tiene que ser transformador.


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