Feliz de ti

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Por P. Jacob Greiner
El Mensajero Católico

En un pasaje del Evangelio de la misa del fin de semana pasado (Mateo 16, 13-19), escuchamos a Jesús decirle a San Pedro las siguientes palabras:

Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.”

Estas tres frases de Jesús a san Pedro, revelan su futura vocación. Dios lo llama a tener un papel de liderazgo especial entre los apóstoles. De este pasaje se desprende claramente que esta elección no se basa en las habilidades y destrezas de san Pedro. Es completamente la elección de Dios. San Pedro es “bendecido” por Dios con este papel especial en la iglesia.

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Como sabemos por el resto de los Evangelios, san Pedro tuvo sus luchas mientras avanzaba para asumir ese rol especial dentro de la iglesia. Jesús desafió a san Pedro por no tener suficiente fe. En otro momento, le dijeron a san Pedro que él era un obstáculo para Jesús. En particular, san Pedro negó tres veces que conocía a Cristo, ya que nuestro Señor iba camino de su muerte. Por ninguna de estas acciones san Pedro perdió el derecho al llamado que Dios le hizo. Al final del Evangelio de Juan, Jesús reafirma la vocación de san Pedro, aun así, nuestro Señor dejó claro que san Pedro iba a sufrir a causa de su vocación. Iba a ser bendecido, pero aún experimentaría su propia cruz.

Creo firmemente que estas palabras de Jesucristo, que escuchamos en el Evangelio del fin de semana pasado, debían ser una fuente de fortaleza y consuelo para san Pedro, mientras luchaba con su vocación a lo largo de esta vida. San Pedro no ingresó a su vocación por decisión propia; respondió a lo que se le pedía.

Los fracasos, insuficiencias y debilidades personales de san Pedro, no debían ser el foco principal de ningún discernimiento sobre a dónde lo estaba llamando Dios en su vida. La parte más importante de su vocación fue el hecho de que fue “bendecido” por Dios para cumplir su función específica dentro de la iglesia.

Muchos de nosotros luchamos por aceptar la vocación de Dios en nuestras vidas porque nos centramos en los aspectos negativos de nuestras vidas y, como resultado, podemos concluir que Dios no puede hacer nada con nuestras vidas. Sin embargo, Dios nos bendice a cada uno de nosotros con un rol especial, que debemos desempeñar dentro de la iglesia. Nuestro desafío es que comprendamos el llamado de Dios y cómo hemos sido bendecidos. Si cada uno de nosotros pudiera imaginarse en el lugar de san Pedro en el pasaje del Evangelio del fin de semana pasado, podríamos ver que nuestra vocación no es algo que elegimos por nosotros mismos. Dios nos bendijo con nuestra vocación y recibiremos todas las gracias para vivirla en nuestras vidas. San Pedro nos brinda un ejemplo asombroso y, es mi oración, que todos tengamos el valor de darnos cuenta de lo bendecidos que somos al ser llamados por Dios para servir en la iglesia.

(Padre Jacob Greiner es pastor de la parroquia católica Nuestra Señora de la Victoria y de la Escuela Católica JFK en Davenport y director de seminaristas de la Diócesis de Davenport).


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