Por el p. José Sia
El Mensajero Católico
En el momento en que sonó la sirena el 11 de agosto, señalando el inicio de la maratón de Paavo Nurmi, lo primero que me vino a la mente fue: “¿En qué me metí?” Dios inmediatamente me recordó a través de una voz que yo escuché en mi mente: “No se trata de ti, esto es para el sacerdocio”. Había emprendido este desafío porrecaudar fondos para la promoción vocacional. Mientras daba mis primeros pasos, pensé: “José, hay 13.1 millas en esta carrera… tienes 13 se-minaristas a tu cargo… ¿por qué no ofrecer oraciones por cada seminarista en cada milla que recorres en curso?”
Esos solo fueron los primeros tesoros de lo que serían regalos espirituales, que recibiría en mi primera media maratón. Otro regalo increíble que recibí, fue el estar acompañado por uno de mis feligreses de Columbus Junction, José Estrada. José es un ávido corredor, y cuando todavía era pastor de San José en Columbus Junction, le dije que iba a correr la media maratón y que le pediría consejo.
No solo compartió algunos buenos consejos, sino que también dijo que correría la maratón conmigo. Pensé que estaba bromeando, pero una semana antes de la carrera me puse en contacto con él y me confirmó que iría a Wisconsin con sus hijos para reunirse conmigo. Nosotros entendimos que correríamos la primera mitad juntos y luego él terminaría el resto.
Sin embargo, el día antes de la carrera, descubrí que el maratón completo comenzaría a las 7:30 a.m., y el medio maratón a las 8 a.m., así que no podríamos hacer lo que planeamos. Lo llamé y enseguida me dijo que solo haría el media maratón (incluso si se había registrado y pagado la maratón completa). Fiel a su palabra, José literalmente corrió a mi lado toda la carrera. Incluso tenía botellas de agua, gatorade y paquetes de azúcar y dulces que compartió conmigo. En las últimas millas, cuando quería darme por vencido, José estaba allí para alentarme y mantenerme en marcha. La única vez que rompimos filas fue cuando llegamos a la línea de meta, ¡se precipitó unos segundos antes que yo!
También otro regalo espiritual fueron los lazos más profundos que formé con mis compañeros de seminario, el padre Dave y el padre Dan.
Nos habíamos reunido como un grupo de apoyo durante los últimos 10 años, pero esta experiencia realmente nos ayudó a conocernos y apreciar nuestra fraternidad como hermanos sacerdotes. Antes de la carrera, me dieron orientación y sugerencias. El día de la carrera, rezamos juntos el Ángelus mientras íbamos al punto de partida. Después de la carrera, chocamos los cinco entre nosotros; y sí, fueron muy pacientes conmigo cuando volví a la rectoría donde nos estábamos quedando.
Ahora estoy de vuelta en mi oficina en Davenport, y continúo experimentando la “euforia del corredor”, pero lo más importante es que también me siento con una dosis de alta espiritualidad, del tipo que se obtiene después de asistir a un buen retiro o una Misa bien celebrada. Mientras que la media maratón de Paavo Nurmi no fue una liturgia, ciertamente fue una expe-riencia de la gracia de Dios que espero poder compartir con los demás durante mucho tiempo.
Gracias por tu apoyo. No es demasiado tarde para contribuir al esfuerzo por la recaudación de fondos para la promoción vocacional. Visite el sitio web: www.davenportdiocese.org/vocations para hacer su donación.
(P. Joseph Sia es director de vocaciones de la Diócesis de Davenport y ministro sacramental de la Parroquia de Santa María en Davenport).