¡Gracias, gracias gracias!

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Por Alvaro Melendez
El Mensajero Católica

Un amigo decía, a modo de broma, que los mandamientos no eran 10, sino que eran 12. Para entender lo que él quería decir, hemos de pensar que cada mandamiento representa una actitud, una mane-ra de reaccionar hacia Dios y hacia las demás personas. Los mandamientos marcan nuestra manera de ser, y lo que haremos hacia quienes nos encontremos: expresaremos nuestro amor y daremos culto a Dios, respetaremos a todos especialmente a nuestra familia, cuidaremos la vida, seremos fieles, protegeremos la se-xualidad propia y ajena, seremos honestos y defenderemos la verdad.

Cuando a mi amigo le preguntaban cuáles eran los otros dos mandamientos, después de enumerar los 10, respondía el “décimo primero es: No estorbar. Y el décimo segundo: Ser agradecido”.

A lo largo de su vida estas dos actitudes, hacerle fácil a Dios su acción en nosotros, siguiendo sus inspiraciones, no ponerle obstáculos, le había ayudado a madurar en su seguimiento de Cristo. Pero le había servido también manifestar reconocimiento por las cosas buenas recibidas: Agradecer.

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El agradecimiento es importante porque indica cuánta importancia tuvo para nosotros una ayuda o un beneficio recibido y cómo vamos a cuidarlo y sobre todo aprovecharlo. La conciencia del bene-ficio recibido, de la necesidad satisfecha es un indicador, en definitiva, cuan capaces nos hemos hecho de amar con amor verdadero.

No se trata de que hagamos algo para que nos agradezcan, darnos importancia y aparecer ante los demás como una gran persona o para que se nos deba un favor. Por otra parte, ser capaz de agradecer indica que tenemos un corazón noble que será capaz de bendecir a otros con cosas buenas. El agradecimiento crea una energía sanadora poderosa, porque, cuando se hace como expresión de amor, se permite circular, fluir la Presencia de Dios. Así, cuando hacemos oración ayuda mucho decir lentamente en silencio: “Gracias, gracias, gracias”.

La Celebración central de la Fe Católica es la Eucaristía: “La Acción de Gracias”. El sacerdote repite las palabras de Jesús: “Tomando el Pan dio Gracias….tomando el Vino dio Gracias”. Y esto siempre es la primera razón de por qué hemos nosotros de aprender a dar las gracias con sinceridad: Porque nuestro Maestro lo hizo.

En Lucas 17,11-19 se relata el encuentro de nuestro Señor con 10 leprosos, de los cuáles uno de los 10, regresa para reen-contrarse con quién lo ha sanado. Más importante que cualquier otra cosa, es el encuentro con el Señor, con el corazón lleno de amor y agradecimiento.

Cuando Jesús se compadece y sana a los leprosos, los está liberando humana y religiosamente. Las reglas religiosas del Antiguo Testamento obligaban a estos enfermos a estar en lugares apartados fuera de los poblados y advertir de su presencia con gritos o de otras maneras. Nadie se acercaba a ellos, estaban excluidos de la vida en familia. Eran considerados impuros. Jesús los manda al Templo para que los sacerdotes los declaren nuevamente parte del pueblo y oficialmente limpios. Nueve de ellos se fueron concentrados en cumplir la indicación dada. Uno solo entendió que más importante que lo que los representantes oficiales de la religión dijeran, era expresarle a nuestro Señor su agradecimiento directamente.

Los judíos y samaritanos solo se juntaban cuando tenían la misma enfermedad, como la lepra. Para los judíos los samaritanos siempre eran “malditos” o impuros, y no eran considerados parte del pueblo de Israel por haber contaminado la fe original de los Patriarcas y Moisés. Eran considera-dos “extranjeros”.

El samaritano había encontrado la salud y la posibilidad de ser considerado “puro”, pero principalmente había encontrado a Dios. El agradecimiento se aprende en la familia, nunca nos cansemos de agradecer, porque un corazón agradecido sana muchas heridas y supera muchas distancias. Dios solo puede habitar en un corazón, un hogar, una Iglesia que agradece y….que no estorba.

Digámosle al Señor, desde lo profundo de nuestra alma: “Gracias Padre, Gracias Hijo, Gracias Espíritu Santo”. Amén.


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