Por: Ana María Shambaugh
El Mensajero Católico
En este mes de mayo dedicado a las Madres, me gustaría hablar sobre el más bello regalo que Dios nos ha dado: Nuestras Mamitas. Ellas son mujeres maravillosas que con su compresión, paciencia y amor nos llenan de calma con sus palabras; con sus caricias nos sanan y con un tierno beso nos reconfortan.
Leyendo el hermoso poema de Joaquín Dicente, “Amor de Madre”, evoca en versos la historia de un joven al cual su madre amaba más que a su propia vida. El joven creció sano, fuerte, paso el tiempo y el hijo comenzó a salir y así conoció a una hermosa mujer. Nadie sabía que esta joven mujer no tenía buenos sentimientos.
Un día la joven mujer, que manejaba al joven a su antojo, le pide una prueba de su amor. El joven sorprendido, prome-te su propia existencia, pero ella con una voz dulce le dijo:
“Quiero probar tu pasión.
¿Qué quieres?, dijo el hombre.
¡De tu madre el corazón!
Poco a poco la idea de demostrar su amor sincero se agolpó en la mente del joven y con una determinación maligna, tomó un cuchillo y arrancó el corazón de su madre. Salió corriendo, asustado, horrorizado y al mismo tiempo determinado en demostrar a su amada que su amor era verdadero.
Pero una piedra en el camino le hizo tropezar, tirando al suelo el preciado objeto que llevaba en sus manos y, es, en ese momento, donde desde el corazón materno un tierno murmuro se escuchó:
¿Te has hecho daño, hijo mío?
A pesar de cualquier cosa, el amor de una madre es
ilimitado. ¿Cuántos hijos e hijas hieren el corazón de sus madres, cegado por la pasión, por los vicios, el egoísmo? Y, sin embargo, sus madres solo tienen sus corazones llenos de amor, perdón, bondad y entrega para sus hijos e hijas.
Pidamos a Dios por las Madres del Mundo entero. “Bendícelas, Señor, porque tú les has dado el gran privilegio y la gran responsabilidad de ser formadoras de la humanidad. Haz que todas ellas puedan fomentar la fe en sus hijos e hijas, siguiendo el ejemplo de entrega total de la Virgen María, nuestra Madre Santísima. Amén”.