Por Miguel Moreno
El Mensajero Católico
Cuando piensas sobre las amistades ¿cuáles son los primeros nombres o rostros que llegan a ti? ¿Quiénes son aquellos en quienes la palabra amistad toman forma humana? Seguro que cada quien puede hacer rápidamente su propia lista, ayudados claro está, por el corazón; pues, en él se guardan las razones del porqué este sí y este aún no.
Sí, el corazón hace una separación entre todas las personas que a diario vamos conociendo y aquellas a quienes llegamos a considerar ‘amigos.’ ¿Cuáles son las razones del corazón para hacer estas distinciones? Bueno, el corazón no entiende estrictamente de razones, sino de vivencias. Son las experiencias de solidaridad, de lealtad, de compromiso, de sinceridad que en entre otros acontecimientos, hacen que el corazón deposite un cariño especial en unos más que en otros.
Sin embargo, esta selección hecha por el corazón, no significa que necesariamente sea buena. Algunas veces, se equivoca y elige a personas que destruyen o eliminan el alma. Por eso, observamos grupos de personas, especialmente de jóvenes, que se llaman entre si ‘amigos’ y que, sin embargo, nosotros los llamamos ‘pandillas’ o ‘gangas’. Aquello es realmente triste. ¿Cómo es posible que para que yo llegue a ser amigo de un determinado grupo, deba antes ser golpeado por ellos? ¿Cómo es posible, que para probar mi fidelidad a los ‘nuevos amigos’ deba golpear o lastimar a alguien? No, eso jamás será amistad. Eso es una forma banal y vergonzosa de utilizar la palabra ‘amigo.’
Considero que la amistad es algo totalmente diferente. El amigo o la amiga es alguien que te ayuda a crecer, a ser mejor, a acompañarte cuando las cosas no van bien; a fortalecerte cuando tus fuerzas se debilitan; a mantenerte en pie, cuando ya no encuentras donde sostenerte. Pero no solo en esos momentos, sino que también, te acompañan en los momentos alegres; cuando festejan tus triunfos, tus logros y todo aquello que te hace ser mejor.
Cuando piensas en la amistad, seguro que fácilmente haces tu lista y yo también; porque rápidamente encontramos en nuestras vidas, las manifestaciones de solidaridad que se ha tenido con nosotros, ya sea en la distancia o en el silencio, nuestro corazón sabe, que podemos contar con ellos. ¡Ellos son una bendición especial de Dios! Por eso, la misma Sagrada Escritura dice: “Un amigo fiel es un refugio seguro; el que lo encuentra ha encontrado un tesoro. ¿Qué no daría uno por un amigo fiel? No tiene precio! Un amigo fiel es como un remedio que te salva; los que temen al Señor lo hallarán. El que teme al Señor encontrará al amigo verdadero, pues, así como es él, así será su amigo” (Eclesiástico 6, 14-17).
Recuerda a tus amistades… yo los recuerdo y les agradezco los momentos compartidos. Cuando los recuerdo, siempre elevo una oración por ellos, por su salud, por sus familias, por sus trabajos, por sus esfuerzos, por sus luchas… Para que siempre encuentren en Dios, descanso a sus agobios, alegría a sus pesares, espe-ranza en sus intenciones, regocijos en sus hijos. Pido que no se separen de Dios, pues, en el fondo, fue Dios, quien nos hizo el regalo de conocernos, apreciarnos, apoyarnos y, en el tiempo y la distancia, conservar el tesoro de la amistad.
“Señor, gracias por darme un tesoro invalorable en cada uno de mis amigos. Ellos siguen siendo tu presencia en mi existencia. Sé que tú me has hablado a través de ellos. Por eso, mi corazón te canta agradecido. Permíteme, Señor, que yo sea lo que ellos necesitan, sin que eso signifique que deje de ser quien soy. Haz, Señor, que pueda responde con prontitud, cuando la voz de la amistad me llame. Dame fuerzas para poder cumplir en mi vida, lo que nos dijo Jesús: No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos… Amén.”
(Miguel Moreno es coordinador del ministerio multicultural de la Diócesis de Davenport.)