Por Padre Troy Richmond
El Mensajero Católico
Durante el mes de mayo, la Iglesia honra tradicionalmente a la Santísima Virgen María. Al celebrar el Día de la Madre, no solo damos gracias a nuestras madres biológicas; sino que también reconocemos que la Santísima Virgen María es nuestra madre celestial. No solo la honramos, sino que más precisamente, la imitamos, como la perfecta discípula y modelo que nosotros podemos seguir.
En la Anunciación, María ofreció su “sí”, su “fiat” a todo aquello que Dios le pidió y que la llamó a hacer como Madre de Dios. Como discípulos, ¿nosotros respondemos “si” a todas las cosas que Dios nos pide? Es bastante fácil responder a la llamada de Dios cuando se trata de una oportunidad emocionante o para una búsqueda de aventura. Sin embargo, cuando las cosas se ponen difíciles y la cruz se coloca delante de nosotros; entonces, nosotros podemos mirar a María para lograr fortaleza y valentía. Ella, quien mantuvo a Cristo recién nacido con gran amor y alegría, también mantiene con dolor en sus brazos amorosos el cuerpo sin vida de Jesús más allá de las palabras.
Cuando María recibió el saludo del Ángel y abrazo su vocación como Madre de Dios, ella no podía mantener la Buena Nueva para sí misma. Con alegría, ella compartió con su prima Isabel lo que Dios estaba haciendo a través de ella, mostrándonos a todos como ser verdaderamente evangelizadores. La visita de María a su prima Isabel nos muestra que el verdadero discipulado consiste en tomar cada oportunidad para compartir la Buena Noticia del Evangelio.
El Papa Francisco nos ha recordado, que nosotros somos llamados a ser agentes de la “Nueva Evangelización”, para avivar el fuego del don del Espíritu, que hemos recibido y de compartir con otros la alegría del Evangelio. Siguiendo el ejemplo de María, tomemos la determinación de compartir el amor que sentimos por Jesús en una pequeña forma cada día. Ya sea en el lugar de trabajo, en la casa; ya sea por las acciones y palabras; pero no dejemos pasar la oportunidad de ser testigos del Señor Resucitado.
Al honrar a Nuestra Señora con rosarios, coronándola con himnos y oraciones, aprendamos de ella lo que verdaderamente el discípulo es. ¡Que nuestro “si” al Señor en todo lo que nosotros hacemos y con nuestro afán para llevar la Buena Nueva de Jesús a los que nos rodean, hagan de este mes de Mayo, un mes para honrar a nuestra Madre María y un tiempo para que nosotros lleguemos a ser discípulos más auténticos del Señor.
(Padre Troy Richmond es pastor de la parroquia Santiago Apóstol en Washington.)